maybe I don’t want heaven [Leia J. Brier]

No hacia ni dos semanas desde que había cobrado y ya estaba haciendo malabarismos para intentar aguantar hasta final de mes. Las propinas no habían sido muy altas últimamente, y eso estaba afectando directamente a su día a día. Hacía dos días que se alimentaba únicamente de paquetes de ramen pre-cocinado, y por mucho que quitara el hambre, empezaba a aborrecer el sabor de la soja con las zanahorias deshidratadas y esa cosa que llamaban pollo pero que parecía más goma de borrar. Además, cada día hacía más frío, y dentro de poco las múltiples mantas no le darían el calor suficiente, y tendría que empezar a poner la calefacción, lo que generaría un gasto más.

El alquiler del piso había vuelto a subir, y si eso seguía igual, tendría que encontrar un nuevo sitio donde quedarse, aunque fuera alquilar únicamente una habitación. Aiden se llevó una mano al bolsillo trasero y sacó el paquete de cigarrillos, cogiendo el último que le quedaba y llevándoselo a los labios. No se había dado cuenta de que iba corto. El paquete lo habría comprado hacía un par de días, y normalmente le duraban una semana, no esperaba tener que comprar otro hasta el lunes. No se había dado cuenta de como podían haberse gastado con tanta rapidez, no recordaba haber fumado de más estos últimos días. Podría intentar dejarlo, no sería tan mala idea. Ahorraría dinero y sería bueno para la salud. Podría invertid dinero en otras cosas más útiles. Comida decente, por ejemplo. Ropa nueva tampoco le iría mal. Pero si dejaba de fumar, significaría abandonar el último capricho que se permitía. Y seis dolares a la semana tampoco era tanto. Aunque esta semana fueran doce, tampoco era un gran problema. Era únicamente esta semana, y tampoco es que habláramos de un gran despilfarro. Sacó el mechero de debajo de la mesa, y encendió el cigarrillo.

No había mucha gente en The Rabbit Hole. Un par de mesas estaban ocupadas al fondo, y un encantador borracho dormitaba tirado sobre el mostrador. Nada demasiado apasionante, y nada que le fuera a dar una buena propina. Dio una calada al cigarro, apoyándose en la barra y observando a su alrededor. El humo bajó hasta sus pulmones, dejando le un sabor mentolado en la boca. Dudaba mucho que alguno de esos sujetos siquiera notase el humo, y no había más trabajadores hoy. Nadie se quejaría.

Una canción de rock de principios de los ochenta sonaba por los altavoces, haciendo vibrar ligeramente todos los cristales del mueble donde guardaban los mejores licores. Una mesa de billar que habría visto mejores tiempos estaba justo en medio de la estancia, y detrás de esta, dos maquilas traga-perras adornaban la pared. No era un mal sitio donde trabajar. Nadie te molestaba si eras bueno en tu trabajo, y si no te importaba demasiado tener que aguantar a algún borracho de turno vomitando en el baño, no daba problemas. Aiden se pasó una mano por el pelo, apartándolo de la frente, y se giró a echarle un vistazo a los licores. Debería hacer el inventarío pronto, veía algunas botellas medio vacías ya.

- Eh, chaval. - El hombre de la barra parecía haber recobrado la consciencia, y ahora apoyaba la cabeza en la mano derecha. Luchaba para mantener los ojos abiertos. - ¿Me pones la cuenta? - Su voz era grave, y arrastraba las palabras de manera que se acababan confundiendo unas con otras. Aiden asintió, y con un suspiro, se acercó a la caja.